sábado, 27 de junio de 2009

Hno. Eulalio Cabodevilla

Hermano
Eulalio Cabodevilla Garde
Vicario Cooperador



Soy oriundo de España, del País Vasco, en el norte de España. Soy el menor de 9 hermanos. Mi familia era campesina en aquel tiempo y profesaba una profunda vida cristiana tanto en el hogar como en la parroquia. Nuestra casa, por ser grande, era un lugar de alojamiento de muchos religiosos y religiosas que, después de la guerra civil española, época de mucha necesidad material, pasaban pidiendo limosna para sus centros de beneficencia. Pero, dentro de los que venían, eran los CAPUCHINOS los más queridos y privilegiados. De hecho, un hermano de mi abuelo paterno era capuchino y vino de misionero a Chile. Por otra parte, un hermano mío, Elías, había ingresado a los capuchinos cuando yo era muy niño. Todo eso motivó el que yo, desde muy pequeño, siempre dijera que quería ser capuchino. Esto se concretó cuando iba a cumplir los 11 años: en 1956 ingresé al Seminario Menor.

Guardo un muy buen recuerdo de mi formación entre los capuchinos. Creo que puedo definirla como una época muy feliz, hubieron días de sol y días nublados y muy nublados. No creo haber tenido dudas muy grandes de lo que yo sentía que Dios quería de mí: que fuera capuchino y sacerdote. Me consagré al Señor como capuchino el 14 de septiembre de 1968 y fui ordenado sacerdote el 22 de marzo de 1969. Recién acabo de cumplir 40 años de ministerio sacerdotal.

En mi vida han habido una variedad enorme de destinos y trabajos. Estuve de educador y profesor en el Seminario Menor, en mi patria. Pedí a mis superiores ir a trabajar fuera de España, me destinaron a Estados Unidos, pero con la posibilidad de que mi destino pudiera ser también Chile. Me dieron tres horas para decidirme. Lo recé, lo consulté con algunos hermanos amigos y, transcurrida una hora, me decidí por Chile. ¡No me he arrepentido!

Llegué a Chile el 3 de diciembre de 1973, poco tiempo después del golpe militar del 11 de septiembre. Sentí el caos de una nación convulsionada. Los superiores me dieron tres meses para ir conociendo las diferentes realidades del país. Y en marzo fui destinado a la Fraternidad de Constitución en la costa de Talca. Fue mi primera experiencia de pastoral parroquial. Mi trabajo era variado: en el centro de ciudad, en un barrio marginal llamado Cerro Alto y la atención a las comunidades rurales del otro lado del río Maule. Allí estuve dos años donde aprendí de los frailes y de la gente a dar mis primeros pasos pastorales. El año 1976 fui destinado a la Fraternidad de Santiago donde serviría como párroco. Aunque en un primer momento me costó asumir este destino, fueron también tres años muy felices. Cambio de párrafo porque el año 1979 mi vida dio un vuelco enorme. De haber estado siempre en la pastoral directa, fui destinado a trabajar en la formación de los jóvenes capuchinos chilenos. Mi labor se iba a concretar entre los que habían hecho su profesión religiosa después del noviciado. Nosotros les llamamos postnovicios. Tuve que trasladarme al sur, a San José de la Mariquina, a 50 kilómetros al norte de Valdivia. Ahí estuve 9 años. Junto con acompañar a los jóvenes, se me pedía dar algunas clases de espiritualidad en el Seminario y ayudar eventualmente en la pastoral del pueblo y de otras parroquias del Vicariato de la Araucanía. Fue un tiempo denso de sosiego y maduración de mi vida. También de dolor. El balance general fue muy positivo para mí. Cuando ya pensaba que mi trabajo en la formación había concluido, se me pidió seguir en la misma, esta vez como Maestro de Novicios en una fraternidad que se abrió en la zona mapuche de Quepe, a 16 kilómetros al sur de Temuco. Ahí estuve cinco años, tal vez los más felices de mi vida. Siento que aquí pude hacer realidad muchos de mis sueños.

Terminó esta etapa el año 1993 cuando fui destinado, de nuevo, a la pastoral directa. Primero, unos meses en Los Angeles y después durante cuatro años en la fraternidad de Hualpencillo (hoy Hualpén). Fue una experiencia que la siento como muy linda en mi vida. Seguí luego, en una experiencia muy parecida, en Padre Las Casas (Temuco) durante cuatro años. Ahí, en el año 2001, mi vida cambió bruscamente en lo geográfico y pastoral, pues se me pidió ir de nuevo a la Fraternidad de Santiago a hacerme cargo de la parroquia donde había estado hacía 25 años atrás. A pesar de que nunca me he sentido cómodo en la capital del país, los cinco años que allí estuve los siento como una etapa hermosa. Pero había un bichito dentro de mí: éste me pedía trabajar en otra de las fraternidades poblacionales que tenemos los capuchinos en Rahue Alto en Osorno. Allí me destinaron los superiores el año 2006. Este ha sido mi último destino antes de venir a Concepción. A pesar de que fue mucho más difícil de lo que había imaginado, doy gracias a Dios porque aprendí, tal vez, mucho más que en ninguna otra de las etapas anteriores. Y, desde el 2 de febrero de este año 2009, estoy de nuevo en la zona del Bío Bío. A pesar de mis miedos y prejuicios iniciales, me siento muy feliz, muy acogido. ¡¡Me siento de vuelta en mi casa!!

Para terminar, y al volver la vista atrás, siento como un latido, la enorme paciencia que Dios ha tenido conmigo. Siento la verdad del poeta cuando dice que “se hace camino al andar”. Y siento que mi oración de este momento es la del canto: “Tú, Dios Padre, sabrás qué vas a edificar con lo poco que soy”.

Hno. Leonardo Rodríguez


Hermano
Leonardo Rodríguez
Vicario Parroquial


Un largo caminar. Así título esta breve historia de mi vida. Nací en Santiago el 21 de septiembre de 1931. Hijo de Mario y de Hilda. Soy el segundo hijo de los dos que Dios les regaló. Mi hermana falleció muy niña. No hubieron más hijos, pues mis padres fallecieron muy jóvenes debido a la gran peste que hubo en Chile en los años 33 y siguiente, en cuya ocasión fallecieron ricos y pobres, pues no existía antídoto alguno para contrarrestarla. Así a los 5 años quedé sin mis padres, quedando bajo la tutoría de unos tíos y, sobre todo, bajo la tuición y cuidado de una gran mujer, la abuela; una mujer culta y con raíces profundamente cristianas, que supo sembrar en mi vida el sentido de Dios y de la vida.


En el año 1948 viajé a Temuco para conocer y pasar un tiempo junto a unos familiares. Gracias a ellos conocí a los Capuchinos en Padre Las Casas. En ese contacto con ellos, paso a paso se fue despertando en mí algo que no lograba entender bien: me sentía atraído a la vida de oración y a compartir con ellos. En un momento dado, el superior, un alemán para mí inmenso, y muy amigo de mi primo, entró en contacto conmigo y conversó sobre el sacerdocio y el Seminario. En realidad, no captaba mucho al respecto, pero ello fue haciendo mella en mí y llegó el momento en que opté por lo que sentía en mi corazón. El año 1949 ingresé al Seminario de San José de Mariquina, donde me recibió el Rector, otro capuchino, el P. Esteban cuya figura y acogida me impactó mucho. Ahí, en el Seminario Menor, complete mis estudios de humanidades bajo la dirección de los capuchinos. Pasaron los años no sé cómo: años que considero los más lindos de mi juventud y que, con el apoyo y dirección delos Padres y en la oración, fui asumiendo que el Señor me llamaba a ser capuchino.El año 1954 ingresé al Noviciado Capuchino en Valdivia e hice mis Primera Profesión en febrero de 1955. Yo me sentía muy feliz. En ese momento tenía 24 años. Era el más viejo del grupo, pero, como alegre, chacotero y buen deportista y con mucha creatividad, siempre- sin quererlo- me tenían como líder.Dentro de todo ese contexto alegre y chacotero, sentía siempre en mi caminar un gran cariño y atracción al silencio y la vida de oración y trataba de vivirla.


El 17 de diciembre de 1961 recibí el Sacramento del Orden Sacerdotal en Valdivia y fui destinado a la Misión de Cunco.En la misión de la Araucanía estuve sirviendo hasta el año 1977, fecha en que mis superiores me pidieron continuar mi servicio en Los Ángeles y ahora acá en Concepción.¡Han pasado los años! Ha sido todo un caminar y, como todo caminar, con sus altos y sus bajos. Como todo caminar, con sus momentos ge gozo y de dolores, donde he vivido y he experimentado la presencia y acción del Señor y donde la oración y la experiencia personal con el Señor ha sido mi fuente de paz y alegría. ¡Gracias a Dios nunca he sido un fraile triste o amargado! He sido y soy feliz de ser Hermano Menor Capuchino. Un fraile con un espíritu de servicio muy cercano con el pueblo, sobre todo en los momentos difíciles de su vida, como la experiencia vivida en Panguipulli.


Sólo me queda decir: ¡Gracias, Señor, por tu gran misericordia y amor y gracias, Madre, porque tu has sido mi amiga y compañera!

Hno. Héctor Campos




Hermano
Héctor Alejandro Campos Méndez
Párroco




“No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes" (Juan 15,16), este fue el lema de mis votos perpetuos en la Orden Capuchina. Y esto lo he sentido muy profundo en mi corazón. En Longaví, hace medio siglo vine al mundo donde ya estaban tres hermanos y luego de tanto pedir a Dios una hermanita vinieron dos. Mis padres siempre tuvieron una participación en la Iglesia, sobre todo mi mamá en la parte social, grupo de caritas en ese tiempo. Por el papá vino el amor al testimonio que nos daban los santos y María nuestra madre, por eso, todos los años nos llevaba a los varones a Yumbel en enero y mi mamá en marzo a las dos hermanas. Pero si hay algo que me sorprendía positivamente, era verlo todos los días rezar a su protector san Sebastián en un rincón nuestro patio interior, ahí me preguntaba por lo que estaba detrás de esa imagen y cómo lo experimentaba en el cariño que nos tenía, en el trato, en el cuidado y en la preocupación por todos y cada uno de nosotros. Entonces, muy pequeño descubro un Dios cercano y cariñoso, que se preocupa de mi vida y me acompaña. Mis padres Berta y Juan, ya no están con nosotros, sino que desde el cielo siguen animando e intercediendo por nosotros. Agradezco el don de sus vidas.

Luego vino el testimonio de los religiosos capuchinos que llevaban la parroquia de Longaví, con su rica vida comunitaria y la gran devoción a María que nos fueron inculcando, cómo el amor a Francisco y Clara. Participo en el servicio del altar,como acólito, desde 7º básico a 4º medio, cuando luego de varias jornadas vocacionales soy admitido al Postulantado de los capuchinos.

En el año 1985, el 8 de marzo, realizo mis Votos Perpetuos y luego el 14 de diciembre mi Ordenación Sacerdotal en la ciudad de Los Ángeles. Desde este tiempo a esta parte he vivido momentos muy hermosos y alentadores en la formación de los futuros capuchinos, en las etapas de noviciado y últimamente de Postnoviciado. Han sido años muy felices en mi vida, donde he servido en la Formación, en el Gobierno Provincial y sólo en los años 2003-2005 como párroco en la Parroquia “Jesús de Nazareth”de Hualpén.

Llego a esta comunidad con mucha esperanza, pues queremos caminar con ustedes y acompañarles – acompañarnos, en todos los momentos importantes de nuestra vida y comunidad. Esto me desafía y anima a la colaboración y disponibilidad, a la comunicación y servicio, a la necesidad de escuchar y pedir la gracia de Dios para hacer su voluntad.

Que Francisco y Clara de Asís, nos muestren el camino para seguir siendo fiel al discípulado y seguimiento de Cristo.



Historia de nuestra Parroquia


Podemos decir que a la provincia de Concepción, llegaron los capuchinos en 1855 estos eran de origen italiano y se instalaron en la capilla que fue de los franciscanos, en la misma ubicación actual. Luego en julio de 1889 llega la 1era comunidad de capuchinos españoles que se hacen cargo del convento, estos eran todos navarros, traían como Superior al padre Baltasar de Lodares, acompañado entre algunos de los padres José de Potries, Casimiro de Alcira y los hmnos. Gabriel de Ador, Bernardo de Ochovi y otros más.


En 1921 ya fué conocida como Parroquia "Los Capuchinos", cuyo titular seria San José, 5 años mas tarde aparecen algunas pocas partidas de Bautismo y Matrimonio mencionando: Parroquia "Los Capuchinos" San José. Y desde abril del 1926 en adelante, solamente aparece "Parroquia San José". No se conoce documento o reseña del cambio de nombre. Consta que característica de los primeros tiempos fue la atención a los difuntos, que necesariamente pasaban por la calle Lincoyán, camino del cementerio.


Algo muy significativo fueron Los socios de San José, de gran proyección religiosa y social. Otra actividad inolvidable en los años 50’, eran las matinés en el teatro que existía en la parroquia, no hay joven de esa época que no lo recuerde. Para el terremoto de 1960, esta construcción cayó completamente, lo que llevó a la construcción de nuestro actual templo, de una arquitectura muy singular.


Ya en el año 1985, se inicio el Comedor San José; que tenia como destino dar un plato de comida y un mensaje de amor a jóvenes de la calle que normalmente incurrían en la delincuencia y drogadicción. Las experiencias vividas nos convencieron de nuestras limitaciones, y llevó a que se cambiara esta actividad por un comedor para ancianos, que hasta hoy funciona de lunes a sábados en el horario de almuerzo.


Se construyeron, en la terraza del 2º piso, 17 piezas para alojar a los más necesitados, inaugurándose, con mucha alegría en 1987. Las que con el tiempo se transformaron en el actual "Hogar Universitario", para estudiantes necesitados. Con alguna deficiencia; aun sigue dando buenos frutos. Hoy año 2009 continúan viviendo en el hogar 16 jóvenes, que estudian en diversas universidades de nuestra ciudad.


Un hito importante, para la espiritualidad de la parroquia, puede considerarse el 2 de agosto de 1991, la fiesta de la Porciúncula, con que iniciamos la "Adoración al Santísimo" que continua hasta hoy todos los viernes, desde la Misa de 8 de la mañana hasta la Vespertina.


A principio de 1993, se ganó la batalla de la acústica del templo, por esa forma tan particular que tiene, fué una gran aventura, pero se consiguió mejorar sustancialmente la acústica, cubriendo todo el techo con espuma especial. Con el tiempo esta espuma se ha ido oxidando dándole al techo un color oro viejo.


No podemos dejar de mencionar los frutos que esta parroquia ha entregado a los capuchinos de la provincia: Los Hermanos Ricardo Miranda y Víctor Pozo. Algo muy significativo para la parroquia también han sido y son, el CamjoCap y los Laicos Capuchinos, que van dando a la parroquia una fisonomía más explícitamente franciscana. Justamente creemos que es nuestro desafió: como mantener esa riquísima gama de servicios sacramentales y formativos, vividos con un autentico espíritu franciscano de servicios y acogida, dándoles ahora una estructura que sea mas unida y fraterna, con un carácter mas específicamente Franciscano Capuchino.


El desafío es seguir potenciando el trabajo con los jóvenes que son los que le dan vida a nuestra Parroquia ya que son alrededor de 300 jóvenes entre las confirmaciones y movimientos los que transitan por los patios de nuestra Parroquia san José.